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Foto del escritorAlejandro Cortés González

El hombre de la cámara mágica

Actualizado: 3 feb 2020

Autor: Pedro Badrán

Primera edición: octubre de 2015

Editorial: Literatura Random House



Tony Lafont tiene un sólo propósito en la vida: sacarle fotos a la gente que viene al hotel. Alrededor de esta premisa empezamos a conocer el antes y el después de un hotel colonial en ruinas y de los personajes que lo circundan. Entonces asistimos como lectores a la intimidad del botones, de la mulata que hace masajes a los turistas, del acróbata que vende búhos para la buena suerte, del hombre que vende las excursiones, de la muchacha que quiere casarse con un extranjero y, por supuesto, de cómo Tony Lafont les da vida a través de su cámara.


El autor nos induce en la cotidianidad de estos personajes y se vale de las Polaroids como recurso narrativo, para contar e intrigar sobre la vida de cada huésped con tan sólo describir una fotografía. Casi que cada Polaroid tiene la potencia de un minirrelato, y van tejiendo sin prisa una atmósfera plácida y entrañable, como la que habita las fotografías de Tony Lafont.


También recobra el valor de la oralidad y pone el lenguaje escrito al servicio de esta, dando como resultado párrafos sin pausas, con multiplicidad de personajes no especificados pero sí bien identificables, que además de aportar innovación y fluidez, recrean un bullicio de atmósfera sin perder la claridad. Algo en extremo virtuoso.


Cuando comencé a leerla pensé que esta era la novela ideal para enamorar a un(a) fotógrafo(a). Pero más que eso, es la novela para quienes somos capaces de enamorarnos de una época, un ambiente o un sonido, con sólo una fotografía.



Alejandro Cortés González



Comparto a continuación uno de mis apartes favoritos:


"Había que verlo, compadre, había que ver al hombre de la cámara mágica, míster Tony Lafont, muchas gracias, detenido en cada puerta, observando cada mesita de noche, cada cerradura, la cama sin tender, las sábanas arrugadas, la cucaracha en el sanitario, la mochila del monje enganchada en el clavo de la puerta, el marco de una ventana, yo me aburría, compadre, y a veces lo preguntaba Tony qué estás haciendo, y él sólo decía estoy mirando, Charlie, estoy mirando, en cada foto se demoraba un mundo, esperaba la luz y la sombra, y así no más iba disparando su cámara hasta que se le acababan los materiales, y ese día nos vinimos para este patio y en esa misma mesa de cemento acomodó las fotografías de una forma, carajo, que todo este hotel estaba allí, habitación por habitación, y aunque sonreía por el trabajo realizado, a Tony nada le parecía suficiente, porque no sólo quería retratar las piezas sino los huéspedes del presente y del pasado que habían dormido en este hotel así fuera una sola noche, y entonces fue cuando anunció que en unos años tendría que viajar por el mundo y encontrar a todos los huéspedes, hombres y mujeres, no faltará ninguno, Charlie, no faltará ninguno, así me dijo sentado en el mecedor de madera, con los ojos bien abiertos, mirando el mar, siempre con su máquina Polaroid colgada al cuello."




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